domingo, 27 de febrero de 2011

¿Qué hacemos con Gadafi?


Los levantamientos en el mundo árabe no se detienen, Egipto siguió a Túnez y Libia a Egipto. Cada proceso tiene sus particularidades y en el caso Libio un elemento genera polémica y dudas entre los analistas, funcionarios y gobernantes progresistas o de izquierda: la figura de Muamar el Gadafi, el líder que por más de 40 años gobernó los destinos de esta potencia petrolera del norte de África.
Gadafi llegó al poder en 1969 y pronto destacó como una figura anti imperialista y socialista, el famoso Libro Verde del líder fundamentó el socialismo libio y es material indispensable para cualquier estudioso de los movimientos revolucionarios del Siglo XX.
Su figura despertó tanto odio en Washington que el palacio presidencial de Trípoli fue bombardeado por Estados Unidos el 15 de abril de 1986 (allí murió una hija adoptiva de Gadafi).
La revolución Libia mantuvo su impronta anti imperialista desde lo discursivo, pero desde el ataque a las Torres Gemelas hasta aquí, su práctica política se modificó radicalmente. Para Washington Gadafi pasó de demonio a un gobernante que podía utilizarse como aliado circunstancial en la lucha contra el terrorismo.
El 5 de septiembre de 2008 la entonces secretaria de estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, realizó una visita histórica a Trípoli, desde donde aclaró que “hay un largo camino por recorrer” pero luego agregó que la visita “demuestra que Estados Unidos no tiene enemigos permanentes y que si algunos países están dispuestos a hacer cambios estratégicos o de orientación, Estados Unidos está dispuesto a responderles. Libia y Estados Unidos comparten intereses permanentes que son la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el comercio, la proliferación nuclear, África, los derechos humanos y la democracia”.
Gadafi se acercó a Estados Unidos pero no se alejó de los gobiernos progresistas de América Latina, mantuvo fluidas relaciones con la Venezuela bolivariana, con el nacido Estado Plurinacional de Bolivia y con la Nicaragua sandinista.
La preguntas surgen espontáneas: ¿Quién es Muamar Gadafi? ¿Cómo debemos ubicarnos desde una visión progresista ante los últimos sucesos acontecidos en Libia?
A continuación sumaremos a este debate la postura del gobierno venezolano a partir de dos declaraciones, la de su presidente, Hugo Chávez y la de su canciller Nicolás
Maduro.
Hugo Chávez:
“Desde aquí con este corazón un rezo por la paz en Libia y una denuncia por el doble rasero de quienes la condenaron de inmediato y guardan silencio con los bombardeos de Israel y las masacres en Irak y Afganistán, naciones invadidas por Estados Unidos”.
Nicolás Maduro:
“Libia está en un proceso de guerra civil, compleja difícil, seguramente pasarán los días y las semanas y podremos saber a fondo la verdad. Nosotros repudiamos la violencia pero hay que analizar el conflicto libio con objetividad, están creando condiciones como denuncia el líder de la revolución cubana, Fidel Castro, se están creando condiciones para justificar una invasión militar a Libia y el objetivo central de una invasión a Libia es el mismo objetivo que tuvo Bush (George W), tomar el petróleo de Libia, desgajar a Libia en veinte pedazos y quitarle a la OPEP uno de sus puntales fundamentales. Nosotros abogamos por la paz del pueblo Libio, porque mantenga su unidad nacional, porque por la vía pacífica encuentre respuestas a sus problemas, porque cese la guerra civil”.
Y ahora se abre una discusión necesaria. Ricardo Bajo H. critica la posición del Canciller venezolano en el programa Contextos, que emitimos diariamente por las emisora estatales de Bolivia y Venezuela (www.patrianueva.bo – www.laradiodelsur.com):
“Yo disiento de lo que acaba de decir el compañero Nicolás Maduro, creo que Gadafi no es uno de los nuestros y aquí hemos venido discutiendo varios días sobre las estrategias comunicacionales mediáticas de lo que esta pasando en Libia, todos estamos de acuerdo en que tenemos demasiada poca información para tener un juicio exacto y redondo de lo que está pasando, pero yo reitero lo que he venido sosteniendo todos estos días, Gadafi no es uno de los míos, no es uno de los nuestros. Creo que no podemos diferenciar entre dictadores buenos y malos, amigos nuestros o no amigos, creo que entraríamos a hacer lo mismo que hacen los gringos. Esa denuncia de la hipocresía, creo que tapa o intenta tapar los crímenes o las violaciones a los derechos humanos que está habiendo ahora contra el pueblo libio”.
¿Cuál es entonces el eje de la discusión?
¿Debemos pones énfasis en la violaciones a los derechos humanos promovidas por el gobierno de Gadafi para condenarlas, o centramos nuestra denuncia en las intenciones de las potencias hegemónicas y en la hipocresía del sistema?
Adicionalmente sabemos también que EE.UU. y sus aliados utilizan mediáticamente esas -muy deficientemente demostradas- violaciones a los derechos humanos para demonizar a Gadafi y así justificar incluso una posible operación militar contra su país.
El director del periódico venezolano Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, habla sobre el tema en su habitual columna dominical:
“Casi toda la información que nos transmiten de esos sucesos, en especial los primeros días, estuvo orientada a afectar la imagen del gobierno de Gadafi y favorecer a quienes se han sublevado. No ha privado en esos corresponsales el esfuerzo por difundir la realidad de cuanto ocurría. Difundían especies y rumores sin confirmación alguna. Buscar y escribir la verdad no fue la norma ética de muchos de esos periodistas y medios.
¿De dónde sacaron las noticias que ‘aviones militares libios…bombardearon varios lugares’ de Tripoli, como informó Arabiya TV el lunes 21 y que ‘al menos 250 personas habían muerto en la capital en los bombardeos del Ejército del Aire contra los manifestantes…’ como transmitió ese mismo día Al Jazira? No presentaron ninguna imagen de los efectos de los bombardeos, y cinco días después no las habían podido ofrecer. Alguna agencia explicó que leales a Gadafi ¡habían limpiado las calles y escondido los escombros! ¿Y cómo es que ningún edificio resultara dañado? Todo eso lo habían dicho "testigos" no identificados, por supuesto”.
El cierre me lo reservo para mí durante la discusión antes mencionada con Ricardo Bajo H. en Contextos:
“A mí para cerrar un poco todo esto me indigna profundamente que ahora la comunidad internacional se rasgue las vestiduras por lo que pasa en Libia, que yo estoy de acuerdo, vamos a la Corte Penal Internacional y condenemos a Gadafi porque mató a 300 personas, vamos que se haga el juicio, se demuestra y lo condenamos, pero después volvemos a casa y nos matamos de risa…¿Y a Bush cuándo lo condenamos? ¿Y a Obama por seguir matando en Afganistán y Pakistán cuándo lo condenamos? A mí me indigna este doble rasero y ahora no le voy a hacer el jueguito a toda la indignación mundial… ¡qué bueno que se junte el Consejo de Seguridad y que vayan y que manden una misión militar a Libia! ¡No! dejémonos de joder, no puede ser, no puede ser que tenga está lógica el sistema que gobierna el mundo”.
¿Cuál es entonces la postura que debemos asumir?
Mejor decídanlo usted y su conciencia.

miércoles, 23 de febrero de 2011

domingo, 6 de febrero de 2011

Por qué EE.UU. no quiere perder Egipto


Los sucesos de las últimas semanas en el norte de África y parte del Medio Oriente nos obligan a reflexionar sobre algunos países que permanecían marginados del habitual análisis geopolítico; y al realizar este ejercicio vuelve a evidenciarse que el concepto de imperio aparece más vigente que nunca.
En Egipto pareciera ser que la última palabra sobre la forma de establecer la continuidad de su sistema político la tiene Washington y no El Cairo.
Estados Unidos avaló durante años a quien hoy la prensa hegemónica occidental descubre como el dictador Hosni Mubarak.
El ultraconservador exvicepresidente de George W. Bush, Richard Cheney, calificó a Mubarak, de viejo amigo y aliado de Estados Unidos, también instó a la Casa Blanca a tener eso en consideración al tratar la crisis en ese país.
El ideólogo de la invasión a Irak aseguró: “Creo que Mubarak necesita ser tratado como se merece, porque ha sido un buen amigo”.
Cheney recordó que el dictador colaboró con Estados Unidos durante la Guerra del Golfo de 1991 al permitir la presencia de aviones estadounidenses.
Parece ser que la línea expresada por el viejo halcón no es marginal, el enviado de Barack Obama a Egipto, Frank Wisner, definió: “La continuidad de Mubarak en el liderazgo político de Egipto es fundamental: es la oportunidad con la que cuenta para escribir su propio legado”.
Egipto es el segundo cliente más importante para la industria armamentística estadounidense detrás de Israel. Se calcula que Mubarak gasta entre 1.200 y 2.000 millones de dólares anuales en comprarle armas a Estados Unidos.
Este dato nos abre el camino para entender el por qué Washington no puede permitirse un gobierno no adicto en El Cairo (capital de Egipto). Si Washington no puede permitir que el arsenal atómico paquistaní pase a manos islámicas, la misma lógica debe plantearse para el multimillonario arsenal de Egipto.

Geopolítica regional
En Asia Central, el Medio Oriente, en todo el norte de África y hasta el conocido cuerno donde se enclava Somalia existe una feroz batalla liderada por Washington y sus gobiernos aliados por frenar el avance de los movimientos islamistas.
Los puntos más calientes de esta contienda son Pakistán, Afganistán, Irak, Líbano, Yemen y Somalia.
Con los últimos levantamientos populares se suman a la preocupación imperial Túnez, Egipto y Jordania.
Para frenar distintos tipos de islamismo en estas regiones Washington arma y avala feroces operativos militares contra los talibanes en el noroeste de Pakistán; invade Afganistán con más de 100 mil soldados, maniobra políticamente –otra vez con más de 100 mil soldados- en Irak; hace lo imposible por frenar la llegada de Hizbulá (el Partido de Dios) al poder en el Líbano; cataloga de terrorista al gobierno democráticamente electo de Hamás en la Franja de Gaza y colma de agentes de la CIA a Yemen para combatir a los campamentos de Al Qaeda en el sur de la Península Arábiga.
A fin de 2006 un grupo político militar islámico conocido como las Cortes, tomó el poder en Mogadiscio, capital de Somalia. Estados Unidos ordenó al gobierno de Etiopía invadir Somalia para derrocar a los islamistas; lograron su objetivo, pero la batalla en está lejos de terminar.
Estos datos nos ayudan a entender cuan fuerte juega Washington en la región.

Egipto
Egipto no es la pauperizada Somalia, es una potencia regional con un ejército altamente equipado. El Cairo está muy cerca de Tel Aviv (Israel) y Mubarak ha sido un factor principal a la hora de mantener los intereses árabes mucho más cerca de Washington y Tel Aviv que del pueblo palestino, eso no debe cambiar.
Durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo pasado Egipto fue un faro para muchos países en la región y en el mundo, la cuna del nacionalismo árabe encabezado por Gamal Abdel Nasser.
Washington conoce la capacidad de influencia de Egipto en la región, Nasser inspiró la revolución libia liderada por Muamar Kadafi y al partido Baas de Saddam Hussein en Irak.
Esto quiere decir que si un proceso contrahegemónico o anti imperialista surge hoy en Egipto, los efectos para la estrategia de Washington en la región podrían ser devastadores.
Hasta ahora no aparece ningún grupo político que pueda capitalizar el descontento con el régimen de Mubarak, ni por el lado del nacionalismo árabe, ni por el lado del islamismo. No existe en el Egipto actual nada similar al Movimiento de Resistencia Islámico Hamás que gobierna la vecina Franja de Gaza, ni al Partido de Dios que está cada vez más cerca de lograr la hegemonía política en el Líbano.


Evo e Irán en escena
En la línea de fortalecer su proyección internacional el presidente de Bolivia, Evo Morales, sumó su visión desde el Foro Social Mundial en Senegal: "Hay una rebelión de países árabes contra el imperio norteamericano, esa lucha de los pueblos va a ser imparable por más que el Gobierno de Estados Unidos financie millones y millones para acabar con esos movimientos sociales".
Los líderes de la República Islámica de Irán –el gran enemigo geoestratégico del imperio dentro del mundo musulmán- juegan sus fichas.
El líder supremo de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei celebró lo que calificó como un "movimiento de liberación islámico" en el mundo árabe, y aconsejó a los pueblos de Egipto y Túnez que se unan en torno a su religión y en contra de Occidente.
Jamenei dijo que la revolución iraní de 1979, que depuso al sha apoyado por Estados Unidos y estableció la república islámica, podría servir como patrón en otras insurrecciones árabes.
"El despertar del pueblo islámico egipcio es un movimiento de liberación islámico y yo, en nombre del Gobierno iraní, saludo al pueblo egipcio y al pueblo tunecino", dijo Jamenei a los fieles en las tradicionales plegarias del viernes en Teherán, la capital de Irán.
Washington toma nota, que los islamistas avancen en los territorios palestinos o en el Líbano es un problema muy serio, si toman El Cairo sería una catástrofe.
Washington logró mantener en pié a su dictador aliado durante 30 años; hasta el cierre de esta edición la suerte de Mubarak todavía no estaba echada. Con cientos de miles de egipcios en las calles demandando democracia, mantener al tirano es una labor compleja.
Una nota del periódico New York Times desnudaba las intenciones del imperio para poder seguir controlando Egipto: cerrar un acuerdo entre las Fuerzas Armadas y el vicepresidente Omar Suleiman y apartar a Mubarak retirándolo a su residencia estival de Sharm el Sheik; otra posibilidad sería enviarlo a un chequeo médico a Alemania.
Las fichas seguirán moviéndose y Washington hará lo imposible por mantener su hegemonía en Egipto. El resultado final de esta partida dependerá probablemente de la voluntad transformadora de las masas que estas semanas ocupan las calles egipcias.