domingo, 13 de diciembre de 2009

Un intento de reflexión socialista


9 de noviembre de 1989, Berlín, Socialismo Real.
Miles de berlineses orientales (socialistas) se dirigen al muro luego de que el gobierno anunciara que podrían cruzarlo sin condicionamientos. Los hechos (que no serán detallados) finalizan con la demolición popular del Muro de Berlín y en definitiva del Socialismo Real.

9 de noviembre de 2009, Caracas, Socialismo del Siglo XXI.
El canal estatal Telesur rememora los 20 años de la caída del Muro de Berlín. Durante las emisiones de los noticieros, se resalta de manera casi única, los fracasos del capitalismo a la hora de cumplir con las necesidades sociales de la ex Alemania socialista.

15 de noviembre de 2009, La Paz, Proceso de Cambio enmarcado en el Socialismo del Siglo XXI.
El periódico estatal Cambio titula: “Se encienden los bolivarianos”
En el primer párrafo de la crónica se lee:
Sucre- En un emotivo acto realizado anoche en el estadio Patria, se dio por iniciada la decimosexta versión de los Juegos Deportivos Bolivarianos Sucre 2009, evento que aglutina a deportistas de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, Venezuela y Bolivia como anfitrión, después de un largo proceso de preparación.
El presidente Evo Morales debía inaugurar la competencia en la ciudad de Sucre, capital oficial del país e importante polo de oposición radical y racista al Proceso de Cambio, pero una fuerte silbatina por parte de los presentes lo obligó a suspender su discurso.
En la crónica principal del periódico estatal no se mencionó el hecho y en cambio se relató: “El presidente Morales debía inaugurar los Juegos, pero decidió que sea el titular de Odebo (Organización Deportiva Bolivariana) el encargado.”
Fuera de la crónica principal en la sección de apostillas pudo leerse: “Un grupo aleccionado de un centenar de opositores al Gobierno, que encontró lugar en la parte izquierda de la tribuna de preferencia, cerca del palco oficial, se dio a la tarea de hostigar con silbidos a las autoridades de Gobierno.
Jorge España, titular de Odebo, cuando hizo la invitación al presidente Morales para que inaugure oficialmente la nueva edición de los Juegos regionales, demandó respeto y consideración al acto que se desarrollaba, por tratarse de un hecho deportivo y no político, pero el bochorno persistió ante la incredulidad del 90 por ciento de los asistentes a la ceremonia inaugural.”


El diario opositor La Razón tituló ese mismo domingo: “Silbatina impide a Evo inaugurar los bolivarianos”

Esa mañana un colega me comentó con énfasis lo ocurrido en Sucre, otra colega afín al proceso de cambio que estuvo presente en el estadio, afirmó que la silbatina fue generalizada.

Fui a buscar el diario, decidí comprar La Razón porque tenía esa noticia en la portada, adquirí Cambio sorprendido por el hecho de que la noticia no estuviera mencionada en la primera página.
Adicionalmente La Razón incluía declaraciones de dirigentes del Proceso de Cambio opinando sobre el tema.

Reflexiones:
Estos hechos y la forma de encararlos mediáticamente me dispararon varias reflexiones.
Durante el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín entrevisté para un programa de radio a un colega argentino situado en la capital de Alemania.
Intercambiamos sobre el presente y el pasado y él argumentó que por algo el Socialismo del Siglo XXI se llamaba “del Siglo XXI” (valga la redundancia), es decir que debía ser diferente al del Siglo XX, que fracasó.
Es un concepto con el que estoy plenamente de acuerdo y que creo debe servir como plataforma para no cometer los mismos errores.
El análisis sobre la labor de los medios -me parece- debe ser fundamental para la construcción de cualquier sociedad. Si los medios de comunicación son parte importante del sustento del sistema capitalista, los medios de comunicación socialistas deben ser parte importante del sustento del Socialismo del Siglo XXI.
(Aquí se da por sentada la existencia del Siglo XXI más allá de cualquier análisis sistémico, el Socialismo del Siglo XXI ya existe como concepto adquirido porque si mañana Chávez pierde una elección en Venezuela, los medios del capitalismo van a salir a decir que el Socialismo del Siglo XXI fracasó).
A partir de estos preceptos podemos interpretar una desventaja en nuestro incipiente modelo socialista de comunicación.
En los medios capitalistas se encuentran fuertes elementos de crítica, no al capitalismo, sino a quienes lo ejecutan.
Por ejemplo: El grupo Clarín se opuso virulentamente a los últimos años del gobierno de Carlos Menem en Argentina (1989-1999). No criticaron sus privatizaciones o su política ultra aliada de EEUU, pero si denunciaron incesantemente la corrupción en su gobierno, lo que afectó duramente su imagen.
Cundo Fernando De la Rúa asumió la presidencia luego del menemismo, hubo un apoyo sin condicionamientos al nuevo gobierno, que siguió promoviendo las mismas políticas neoliberales. O sea, se impulsó una alternancia dentro del propio modelo capitalista neoliberal.
El New York Times pudo criticar las torturas de George W. Bush o la invasión a Irak en determinada coyuntura, pero jamás va a cuestionar la continuidad del modelo capitalista para la sociedad estadounidense. El New York Times no va a editorializar diciendo ‘Nosotros tiramos la bomba atómica, promovimos guerras por doquier e impusimos un consumismo que está llevando a la extinción del planeta, es hora de de pensar en un sistema que supere al capitalismo’.
Pero sí puede criticar (luego de 5 años) que Guantánamo se haya convertido en un centro de torturas y por ende al gobierno que lo promovió.
En el socialismo no ocurrió ni ocurre lo mismo.
Un diario estatal soviético no iba a denunciar a un ministro por corrupción si la orden no era oficial del partido.
Un diario o un canal estatal venezolano no va a fijar en la prioridad de su agenda denunciar actos corruptos de un ministro de Hugo Chávez porque eso “debilita” al gobierno bolivariano.
Un medio estatal boliviano no va a basar su agenda informativa en denunciar los atropellos de un ministro de Evo Morales, porque eso minará las estructuras del Proceso de Cambio.
Han pasado veinte años desde la caída del Socialismo Real, y el Socialismo del Siglo XXI (a través de Telesur) nos dice que el capitalismo no pudo cumplir sus promesas de brindar una sociedad mejor a los ciudadanos de la ex Berlín Oriental.
Eso es cierto, pero no es el nudo de la cuestión. Estamos haciendo el Socialismo del Siglo XXI y sería saludable que nuestros sistemas culturales nos ayuden a reflexionar acerca del por qué del fracaso del socialismo anterior.
Si bien es cierto que el capitalismo no cumplió muchas de sus promesas para los ex alemanes socialistas, y que hay muchos de ellos que añoran el estado de bienestar perdido, también es cierto que esos mismos alemanes no salieron a las calles para volver a levantar el muro, y nada parece indicar que lo vayan a hacer.
Sería interesante que nos preguntemos por qué, en vez de poner el énfasis en resaltar que el capitalismo no ha cumplido sus promesas.
Hay una frase que circuló mucho en la Rusia postsoviética que decía lo siguiente: "Todo lo que los comunistas nos dijeron sobre el socialismo era mentira, y todo lo que nos dijeron sobre el capitalismo era verdad".
Hay síntomas dentro del Socialismo del Siglo XXI que van en la misma dirección.

El doble poder socialista
Este modelo de comunicación estatal socialista me hace pensar acerca de la necesidad de impulsar (como mínimo) un doble poder socialista.
Veamos: El New York Times puede criticar a Bush y Clarín puede criticar a Menem, y no por ello esos medios o sus periodistas dejan de defender al capitalismo.
Pero si un medio o un periodista criticaban a Nikita Jruschov, critican a Fidel Castro, a Hugo Chávez, a Evo Morales, entonces esos medios o esos periodistas se transforman en contrarrevolucionarios o enemigos de cualquiera de esos dos socialismos.
Diría que eso ocurrió y ocurre porque el socialismo está en una situación de debilidad frente al capitalismo, o porque está a la defensiva.
Estamos en 2009 y si pensamos el proceso en un marco histórico, me parecería saludable que el Socialismo del Siglo XXI pudiera pensarse desde una posición de hegemonía frente al capitalismo, planteando un escenario de los próximos 50 o 70 años.
Por supuesto eso no significa que ahora mismo debamos dividir a los sectores chavistas en Venezuela (lo que permitiría un triunfo de la oposición neoliberal) o proponerle a los bolivianos de izquierda que no voten a Evo Morales, ofrecer otro candidato y perder de igual manera a manos de los neoliberales.
La iniciativa está pensada como un proyecto a mediano plazo, una búsqueda.
El capitalismo puede alternar su poder sin que nada cambie. De la Rúa puede suplantar a Menem, Obama a Bush y Mariano Rajoy a José Luis Rodríguez Zapatero.
Por eso sus medios de comunicación pueden criticarlos. Pero nadie puede suplantar dentro del socialismo al gobierno bolivariano, ni nada puede suplantar al Proceso de Cambio en Bolivia.
Las alternativas a Chávez en Venezuela y a Evo Morales en Bolivia, son puramente neoliberales.
Perder a Evo Morales en Bolivia significa perder al socialismo y volver al capitalismo. Por eso el periódico estatal boliviano no puede publicar y explicar con la trascendencia que tiene, por qué los asistentes al estadio en Sucre silbaron al Presidente.
Si esta batalla se dirimiera dentro de un sistema hegemónico socialista, pudiera hacerlo.
Clarín puede crucificar a Menem porque tiene a De la Rúa.
El socialismo no tuvo alternancia, por eso nada se podía criticar.
Y el Socialismo del Siglo XXI no se está preocupando por construir ningún tipo de alternancia.
Con un doble o triple poder socialista, criticar o denunciar a un ministro corrupto no sería un problema, no estaría en juego el socialismo y entonces el sistema no se vería obligado a calificar la crítica como contrarrevolucionaria.
Y no hace falta agregar que en los sistemas socialistas también hay políticos corruptos y que la denuncia de esos hechos ayuda en el mediano y largo plazo a sustentar el sistema y no a debilitarlo desde un supuesto lugar de contrarrevolución.
Esos multipoderes que se proponen son de gran ayuda a la supervivencia del capitalismo.
Si el capitalismo fuera un partido único, por ejemplo en Estados Unidos, las torturas de Bush hubieran puesto el poder en bandeja del socialismo. Pero como existe alternancia intra capitalista, los estadounidenses votaron a Obama, en cuyo gobierno y bajo la fachada de un cambio, se multiplicaron los ataques contra Pakistán, se avaló el golpe de Estado en Honduras y se instalaron 7 bases militares en Colombia.
Si se construye una alternancia socialista, cuando no estén más Evo Morales o Hugo Chávez, existirá la posibilidad de elegir a otro sin la necesidad de poner en juego el sistema socialista.
Pero el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) suena demasiado parecido al Partido Socialista Unificado de Alemania, bajo cuyas banderas se construyó la Alemania socialista que sus propios ciudadanos se ocuparon de derribar.
Es de hacer notar que esta propuesta va en contra del pensamiento revolucionario hegemónico del siglo XX. Si Lenin nos enseñó que la revolución proletaria requiere de una organización profesional de revolucionarios, que requiere del partido de clase, de la clase obrera; aquí se sostiene que el Socialismo Real (que sobrevivió 70 años al líder de la Revolución de Octubre) nos enseñó que este esquema debe ser superado a mediano plazo para lograr la consolidación del socialismo como sistema hegemónico (una vez más, para que la alternancia a un gobierno o partido socialista no sea el regreso al capitalismo sino la continuidad del sistema).
A nivel mediático, la propuesta sería en un plazo más corto que mediano, evitar el ocultamiento de hechos no convenientes y en cambio explicarlos desde una perspectiva socialista.
De otro modo, cualquier consumidor de noticias debe acudir a la prensa capitalista, que entonces le relatará los episodios desde su perspectiva.
Este autor no piensa que estas propuestas sean una verdad absoluta ni mucho menos; sí piensa que los debates acerca de estas temáticas tienden a estar ausentes (y lo lamenta); como lector, gustaría de consumir escritos sobre el tema; acepta que otros escritores socialistas tengan otra visión sobre estos asuntos; y en el mismo espíritu, afirma que cualquier intento por calificar a estas líneas como contrarrevolucionarias desde una posición stallinista no resiste el menor análisis.