miércoles, 17 de noviembre de 2010

Murió Kirchner, murió la mentira


La muerte de Nestor Kirchner se transformó inesperadamente en uno de los hechos políticos más relevantes de la historia política argentina contemporánea y eso necesariamente nos obliga a reflexionar acerca de lo sucedido.
Cualquier argentina/o o ciudadana/o latinoamericana/o medianamente informado creía que el binomio gobernante en Argentina –Nestor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner- estaba fuertemente desgastado tras 7 años de gestión.
Los Kirchner habrían perdido una fuerte batalla simbólica y política tras el enfrentamiento con los poderosos sectores rurales durante 2008, lo que se reflejó en la pérdida de la mayoría en las elecciones legislativas de 2009.
Todo esto lo creímos quienes simpatizamos con las políticas progresistas impulsadas por el kirchnerismo y quienes se les oponen. Y lo creímos principalmente porque los medios de comunicación hegemónicos nos lo hicieron creer –aún a los que desconfiamos de ellos a sabiendas de que manipulan y mienten-.
Mucho de todo esto evidentemente no era verdad y a la hora de su muerte, miles de personas se movilizaron espontáneamente para despedir los restos del ex presidente, movilización que incluyo escenas de profunda congoja, agradecimiento, emoción, reconocimiento, arrepentimiento y muchos otros sentimientos.
Me detengo en el arrepentimiento, porque muchos de los que expresaron su dolor manifestaron que habían sido engañados 2 años antes por los monopolios mediáticos, que se habían opuesto a los K, pero que ahora reconocían la labor política del ex mandatario.
Eso sorprendió a muchos, pero fuera de la sorpresa, nos ayuda a entender el gran poder que tienen los medios hegemónicos. Evidentemente pueden confundir a mucha gente, y además de confundirla, pueden ocultar luego la transformación política que implica que miles de personas que en cierto momento se opusieron al gobierno, luego pasaron a apoyarlo.
Es justamente lo que hicieron y para eso vuelvo al principio, nos mostraron a un proceso político y a un liderazgo agotado cuando en realidad lo que ocurrió es que ellos mismos ayudaron de manera preponderante a desgastarlo y luego nos ocultaron que había habido una recuperación, como lo demostró la movilización popular.
Y hay medidas políticas que explican la recuperación política que los medios taparon.
Luego de perder las elecciones legislativas el matrimonio K no perdió la iniciativa –como todos esperaban- sino que la renovó.
Se aprobó la Ley de Medios que terminó que otra que venía de la dictadura, se impulsó una asignación universal por hijo que tuvo un gran impacto en los sectores populares y se legisló el matrimonio igualitario, lo que impactó esta vez de manera contundente en las clases medias urbanas.
Además se logró superar con éxito la crisis económica que jaqueó al mundo en 2008-9 y todos sabemos que –nos gusté o no- la mayoría de la gente piensa con el bolsillo.
Tuvo que morir Kirchner para que todos pudiéramos comprender el impacto que habían tenido en la sociedad estos y otros cambios estructurales impulsados por el binomio, porque -una vez más insisto- los medios hegemónicos no se molestaron siquiera en reflejar mínimamente esa realidad; estaban entregados a la tarea de destruir al gobierno que se había osado a cuestionar sus privilegios monopólicos conseguidos en connivencia con la última dictadura militar.
En definitiva, la muerte de Kirchner debe servirnos también para reflexionar una vez más sobre lo que pasa realmente en nuestras sociedades y lo que nos muestran los medios de comunicación hegemónicos.
Este es otro ejemplo de la separación sorprendente entre la realidad y lo publicado, fortaleciendo la tesis de que estos medios dirigen la información hacia la consecución de sus intereses políticos, para lo que no vacilan en mantener desinformadas a las sociedades a las que deberían ofrecerles el bien público de una información oportuna y veraz.
El pasado 27 de octubre murió Nestor Kirchner y junto a él, murió también la mentira que pretendieron imponer los medios de comunicación dominantes.